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How happy is the blameless vestal's lot? The world forgetting by the world forgot. Eternal sunshine of the spotless mind, each prayer accepted and each wish resigned.
Alexander Pope

Me gusta mirarla cuando no se da cuenta.
Esa mañana también me había levantado antes que ella, como siempre. Aun con la marca de la almohada en su rostro era perfecta, sus mejillas rosadas por causa del calor que comenzaba a sentir, hacían que su piel se iluminase; ¿cómo era que alguien pudiera hacerte sentir tantas cosas a la vez? Aun no lograba descifrar ese enigma.
Mientras me ponía la bata, la miré a través del espejo del tocador y pude notar como revolvía las sabanas con sus piernas. Su piel siempre me había gustado, era de un tono casi perfecto, mucho más claro que el color de mi piel, con el mínimo contacto con el sol se enrojecía, pero para mí, ahí es donde radicaba su belleza. Esa facilidad suya para sonrojarse.
Salí casi de puntitas de la habitación para no despertarla, preparé café, tosté unos panes en la tostadora y saqué mermelada del estante que estaba a mi costado. Era el desayuno perfecto, el que más le gustaba a ella. Me puse a revisar algunas cosas del trabajo mientras el agua para el café se calentaba, por tonterías del destino llegué a un anuncio sobre un crucero que duraría dos semanas por el Caribe, todo pintaba perfecto, ella amaba el mar, muchas veces habíamos hablado de ir juntas, pero yo me rehusaba un poco por el temor que le tenía, creí que esta sería una magnífica oportunidad para demostrarle cuanto la quería y las cosas que era capaz de superar por ella. Me sentía feliz y estaba segura de que su sonrisa se haría más emotiva cuando le diera la noticia. Arreglé todo con rapidez pues había que zarpar al día siguiente, quizás era un viaje algo apresurado, pero qué más daba, ambas teníamos vacaciones aun. Una vez finalizado el proceso de compra y confirmación, me levanté de la mesa donde estaba la computadora y caminé nuevamente hasta la cocina, el agua ya estaba hirviendo así que tomé una cucharada de café y la vertí sobre la olla. El aroma a cafeína y cacao inundo la habitación, serví dos tazas y puse todo en una pequeña charola que tenia para ocasiones especiales como esa; en mi mano estaban los boletos que había imprimido para mostrárselos una vez que se despertará y sonriera por el detalle, sí, podía llegar a ser muy cursi, pero todo era su culpa.
Mientras caminaba hasta la habitación sentí el corazón acelerado y también pude olisquear el rubor que se ceñía en mis mejillas. Abrí la puerta con cuidado, para no hacer ruido, la empuje despacio con mi espalda y comencé a canturrearle una de sus canciones favoritas, estaba contenta porque me gustaba despertarla con sorpresas así, giré lentamente los talones y lo último que escuche fue la taza de café aterrizando en el piso.
Se me había olvidado que ella hacía tiempo que se había ido de mi lado.
Tire los boletos impresos al pie de la cama y volví a recostarme, dormiría y volvería a repetirse la escena, siempre era así, no podía aceptar que ella hubiese abandonado nuestro hogar. Ya no estaba y yo seguía volviendo trayéndola en sueños.


Stella Caulfield
Creí que tendría un final diferente...

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